La soberbia oscurece la inteligencia

Monseñor Froilan Casas

El ser humano es terriblemente terco, puede más la soberbia que la inteligencia. Desde la primera ruptura al plan de Dios, el hombre no ha querido aprender. El ser humano es la única criatura creada a “imagen y semejanza de Dios”; claro que sí, pero, por favor, no es Dios. Hombre, acepta tu realidad, eres grande, pero no eres Dios. Saben ¿cuál fue el pecado de los ángeles? Adoración de su propia excelencia. Hombre, acepta tu realidad, eres criatura no Dios. Los hombres obcecados por el triunfo, cometen las más terribles atrocidades.

Amigo lector, excúsenme decirle, no soporto leer la vida de los césares romanos: todos, unos más, otros menos, unos monstruos de maldad. El poder los llevó a cometer los más execrables crímenes. No vayan tan lejos: cuántos en el campo de la farándula, del deporte, de la política y aún de la religión tienen unas excentricidades inimaginables. ¡Ah, lo que hace el poder en todos los campos! ¿Cuál fue el error del dios Napoleón? Invadir a Rusia, -todo dios tiene su crepúsculo-. ¿Cuál fue el mayor error del tirano y cruel Hitler? Invadir a Rusia. El frío congeló las ambiciones del uno y del otro. ¿Por qué cayó el absolutismo de la monarquía francesa? El despilfarro, el lujo de Versalles, mientras el pueblo moría de hambre. ¿Por qué cayó la monarquía zarista? Por el desgreño, la suntuosidad de la familia real, -mientras el pueblo se debatía en el hambre y la miseria-.

Definitivamente, en la vida práctica, la ambición rompe el saco. La sed de grandeza en el soberbio no conoce límites. ¡Ah, el poder enceguece y lleva al hombre a las más terribles atrocidades! El hombre sin Dios se convierte él mismo en dios y exige culto. Infortunadamente siempre hay bufones que le “celebran” sus ridiculeces -con tal de recibir una porción de la torta se convierten en los más serviles payasos-. El culto a la personalidad es una de las características de los truhanes que llegan a tener poder. Ordinariamente los dioses de la tierra son traicionados y asesinados por sus propios corifeos. El mundo de la vanagloria es un mundo cargado de mentiras; sus lisonjas son  pastel cargado de veneno. El libro Santo nos dice que “Dios se resiste a los soberbios y abre su corazón a los humildes”.

El soberbio se parece a una escultura aparentemente hermosa: cabeza de oro, tórax de plata, estructura de hierro y pies de barro. ¡Ah hombre! ¿Quién te crees? Eres más débil que un pétalo de rosa. ¿Qué haces frente a una enfermedad terminal? Por más que tengas dinero y poder político, si te falta el aire que no te cuesta nada -Dios lo da a todos de manera gratis-, te mueres. Hombre, cuando llegas a la vejez, si no has sembrado amor, ¿de quién estarás rodeado? En el ocaso de la vida se te juzgará del amor. Por favor, siembre el bien para cosechar el bien.

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