Una vida entre la poesía, la economía y la política

Oscar Dominguez

El poeta Jorge Valencia Jaramillo se recibirá como individuo correspondiente de la Academia Colombiana de la Lengua. Disertará sobre el tema “Los libros y mi vida”. A nombre de la corporación responderá el director Eduardo Durán Gómez. Hace muchos atardeceres le hice la siguiente entrevista:

               ODG: ¿Por qué se ríe usted cuando le dicen poeta?
               JVJ: En realidad, es como un gesto de agradecimiento, una manera de expresar con espontaneidad lo que siento. Para mí ese título es muy importante, valiosísimo. Representa, sin duda, un gran honor, uno de los más grandes de mi vida…  Esa sonrisa denota también satisfacción.
               ODG: ¿Los poetas para qué?
               JVJ: Creo que expresan algo muy importante en la  historia de la humanidad. Los poetas, por una sensibilidad especial -no quiero con esto autocalificarme como ser  extraordinario- los poetas pueden ser anormales, digamos así, y esa  anormalidad que se refleja en una extrema sensibilidad, los lleva a  sentir y, cuando es posible, a expresar no solo los sentimientos  personales respecto de su propia vivencia en la vida, sino también en el caso de muchos, a situaciones colectivas que son parte de  la propia sociedad y que por lo mismo, debido a esa extrema
sensibilidad, presentan facetas, ángulos, visiones que el común de la
gente, digamos la gente normal, muchas veces no siente o no ve.
               ODG: ¿Usted considera que en los distintos oficios que le ha
tocado desempeñar en la vida, en algún momento se le sale el poeta
que hay en usted?
               JVJ: Yo creo que siempre. Como anotaba, el hecho
de vivir con esa sensibilidad a flor de piel hace que uno de una
manera absolutamente inconsciente reaccione ante todos los hechos de
la vida también de una forma muy sensible,  y eso entonces podría
reflejarse en todas esas acciones que uno tiene.
               ODG: ¿Esa sensibilidad que es como la materia prima de la poesía,
usted la hereda o la hurta?
               JVJ: Yo diría que en buena parte es heredada de mis padres. Mis
padres eran muy amantes de la lectura, del teatro y nos encauzaron
por esos caminos desde la primera niñez. Entonces, yo nací, digamos
así, cercano a esas expresiones y por eso también desde muy joven era
un lector fuerte de toda clase de libros y dentro de ellos también me
gustaba mucho la poesía. Cosa que podríamos llamar también anormal
porque cuando se es tan joven, normalmente poco es lector de poesía
porque la poesía exige un esfuerzo mayor al lector del que exige la
lectura de un texto de narrativa normal. En la poesía hay que hacer
más abstracción, hay que comprender más el sentido muchas veces muy
sutil del poeta, hay que tener más la capacidad de una persona un
poco mayor para comprender metáforas, figuras no muy claras pero que
tienen un gran sentido en el verso, etc.. Entonces yo desde muy joven
intentaba ser eso, pienso que básicamente inducido por mis padres.
               ODG: Usted ha mencionado en dos oportunidades la palabra anormal
o anormalidad: ¿No hay una cierta “anormalidad” en esa simbiosis que
se  ha formado en usted, doctor Valencia, entre el político y el
poeta?
               JVJ: (Risas) Para decirle la verdad, con toda sinceridad, yo
pienso que yo nunca he sido político. Se preguntará, ¿pero eso por
qué? ¿Cómo ha estado tanto tiempo en la vida pública? Y yo mismo me
pregunto porqué. Y con esto no quiero como despistar al lector y
decirle una cosa que lo va a llevar a pensar algo distinto de lo que
es la verdad, pero pienso que ingresé a la vida pública por
accidente. La verdad, durante mis años de estudiante, tanto en el
bachillerato como en la universidad, nunca pertenecí a ningún grupo o
movimiento político, nunca, nunca participé en mítines o en
manifestaciones estudiantiles. Siempre fui un hombre muy
solitario, muy retraido y tenía muy pocos amigos. Fui llevado a la
vida pública porque aunque en el bachillerato yo no era tan buen
estudiante, en la universidad prácticamente fui el mejor
durante toda mi carrera y eso significó que tuve ofrecimientos muy
generosos para trabajar y  algunos de mis jefes participaban más
activamente en la vida pública. Digamos que ellos me indujeron a que
tuviera alguna participación en la vida pública y por ahí entré en el
camino proceloso, como lo es, muy terrible, el de la vida pública.
               ODG: ¿A usted en el fondo entonces le gustaría que lo recuerden
por sus poemas así su corazón haya sido derrotado en varias
batallas?
               JVJ: Para mí lo más importante en la vida sería ser recordado
como poeta. No sé, las cosas que uno ha hecho tienen un valor
personal, o para su familia, que uno no puede desconocer de un
plumazo y decir nada de eso tiene realmente valor. Pero en el fondo
de mi alma lo que pienso es que sería más importante después de
muerto el que como he dicho, alguien en una noche de tristeza lea los
versos, ahora o muchos años después, y sienta que alguien como él
pudo también sentir un dolor, una tristeza, un abandono, una
angustia, sobre cualquiera de los hechos que para mí han sido
fundamentales en la vida como son el amor, el olvido y la muerte.
               ODG: Digamos que su “modus vivendi” sea el economista que hay en
usted. ¿Sí es árida esa profesión o el economista también tiene alma?
               JVJ: Yo creo que el economista tiene mucho de alma porque el
economista, sobre todo el economista macro, debe pensar de manera
permanente en la sociedad, o sea en los hombres, en quienes conforman
esa sociedad, en todos los seres humanos. Entonces eso lo obliga a
tener una conciencia permanente de lo que son sus compañeros, amigos,
compatriotas, congéneres. Desde  ese punto de vista la economía no es tan árida, no es tan fría como  aparenta ser. Existen otras profesiones que puede decirse que tienen un carácter más humanístico que en cierta forma por su obligación
curricular habría que leer muchos más textos de humanidades que son
los que le dan una visión a uno más de conjunto de toda la sociedad.
Pero pienso que un economista  también tiene mucho que ver, como ya
lo anoté, con esa sociedad y por lo tanto también debe ser un gran
lector de todo lo que llamamos las disciplinas de humanidades.
               ODG: Tal vez eso es lo que no se da en la universidad, que los
abstraen de las humanidades y únicamente los meten en unos temas que
los profanos llamamos áridos.
               JVJ: Eso con frecuencia se da y eso es un error, no solo en el
caso de las economías sino en el caso de todas las profesiones. Uno
no puede imaginar a profesionales unidimensionales que solo tienen
una sola pista, una sola dirección en su vida porque la realidad de
la sociedad es totalmente otra. Así no es la vida. Luego se comete un
gravísimo error al educar con una sola dirección como si el viento
soplara siempre hacia el norte o hacia el sur, cuando sabemos que el
viento cambia y sopla en todas las direcciones, hoy por acá mañana
por allá, o por la mañana así, por la tarde de otra forma. Sabiendo
que así es como se mueven las corrientes de la vida y de los seres
humanos lo lógico es que el profesional y cualquier ser humano reciba
una capacitación que le permita interpretar o entender o al menos
hacer un esfuerzo para entender las razones que motivan esos
distintos movimientos.
               ODG: ¿Lo calumno si digo que más que un no político, usted ha
sido mal político?
               JVJ: No, yo pienso que no he sido político. La verdad es que la
mayoría de las actuaciones que he tenido en la vida ha sido como por
invitación expresa que se me ha hecho para que participe en algunas
de esas actividades o en algunas de esas acciones de carácter
político, en esos movimientos, o en los partidos. Yo lo he hecho
siempre de buena fe, creyendo poder aportar algo a esas acciones o a
esos movimientos. Ojalá que así haya sido, pero repito, en realidad
que yo no tengo alma de político, lo tengo que aceptar porque ya a
estas alturas de mi vida no puedo estar pensando que voy a aprender a
hacer política y que si es que me he equivocado en el pasado ahora
tengo la manera de corregir esos errores para ser un gran político en
el futuro. No. No tengo alma, no me interesó, no me interesa, no
pienso que voy a ser un gran político el día de mañana, no es mi
futuro, no es mi norte. No.
               ODG: ¿Pero cómo entendería usted una política adecuadamente
desarrollada, doctor Valencia?
               JVJ: Pienso que el hombre debe tener sus habilidades o facultades
y las debe desarrollar, y unos sirven para una cosa y otros para
otra. Para la política, no solo tiene que tener una concepción del
Estado, permanente, sino que uno tiene que tener también el cuero muy
duro, porque la política normalmente se hace entre  tiburones, pescados con la piel más suave no resisten esas batallas.  Yo, realmente, pienso que soy de otros mares, digamos así, son otras  mis vivencias y mis sentimientos y por eso es que no tengo interés en ese sentido.

               ODG: Para decirlo con una vieja canción que usted seguramente
habrá oído en sus bohemias, ¿para qué los libros?
               JVJ: Yo creo que los libros son realmente el medio, el
instrumento más importante que ha creado el hombre en toda su
historia para transmitir el conocimiento, para transmitir la ciencia,
para transmitir la historia, la cultura. En fin, para mí no hay nada
igual en su capacidad difusora, en su capacidad redentora, si así lo
podemos llamar, igual a los libros.
               ODG: ¿Qué haría sin los libros?
               JVJ: Yo pienso que morirme, no veo salida, morirme.
               ODG: Alguien decía que era más fácil quitarle a Jorge
Valencia la novia que los libros. Esto es rigurosamente cierto?
               JVJ: (risas). Yo creo que sí. Es rigurosamente cierto. Como dije
antes, desde niño me fui apegando tanto a los libros que yo tengo ya
un amor, un afecto, una pasión tan grande por los libros que no sólo
los leo sino que tengo que vivir como entre los libros, tengo que
vivir entre ellos. Si el recinto está desnudo y vacío, sin libros,
así yo tenga uno en la mano, me parece que ese no es mi hábitat, que
ahí no es donde debo existir. Y por eso siempre donde estoy me rodeo
de libros para poder consultar alguno. Por ejemplo, quiero mucho los
diccionarios, alguna enciclopedia, el diccionario de la Academia me
encanta mirarlo. Un diccionario Larousse, a color, me  parece bellísimo, el ver tantas cosas que están allí escondidas y que uno nunca acabará de descubrir ni de leer. Y aparte de eso los libros que uno ha querido siempre, los nuevos, aquellos viejos que uno ha querid,  de repente volver a sacarlos y volver a leer un pedazo, o
todo, y volver a maravillarse de lo que allí se contaba, de la manera
como se contaba, sobre todo en la manera como se contaba que es tan
importante…
               ODG: Y no es una infidelidad imperdonable con los libros, que como miembro del Consejo Nacional de Televisión haya tratado de promover la televisión que es de pronto el enemigo público número uno de los libros?
               JVJ: Esa es una pregunta muy buena. Yo creo que la televisión es
sin duda uno de los inventos más grandes de la humanidad y que la
televisión cumple un papel importantísimo absolutamente innegable hoy
día. La televisión cumple un papel ya imposible de cambiar en lo que
tiene que ver con la distracción, el descanso, el entretenimiento de
la gente. Creo que en eso está la mayor parte del tiempo de la
televisión. La televisión también cumple un papel en un porcentaje
menor, porque así se dan las cosas, en lo que tiene que ver con la
información, creo que en eso también es muy importante la televisión
pero los seres humanos, las personas, los padres de manera
especial, los maestros, tienen que tener claro y aprender que debe
haber un tiempo para la televisión y un tiempo para los libros y
dentro de los libros un tiempo para la lectura espontánea y libre.
Libro viene de libertad, tienen la misma raíz latina libro y libre, y
debe haber un tiempo también para el estudio. O sea, que uno tiene
que tener claro que uno se informa o se distrae con la televisión
pero que realmente uno aprende, se educa, definitivamente es con los
libros.
               ODG: ¿Y cuál su “modus leyendi”?
               JVJ: Yo diría que no es que tenga un método
especial. En primer lugar, yo trato de aprovechar todas las horas
disponibles para la lectura, leo periódicos, revistas y libros. Y de
los libros leo ensayos, o leo poesía, o leo novela, leo de todo. De
todo de acuerdo un poco con el ánimo, lo que esté sintiendo en un
momento dado, o el entusiasmo que tenga con un libro determinado. Contra lo que se podría pensar, trato de aprovechar mucho el tiempo
disponible, por ejemplo,  en las noches o los fines de semana, eso lo
hago casi de manera sistemática. Mucha gente los fines de semana
organiza muchas reuniones, o viajes, o paseos, etc. Yo realmente hago
pocos viajes de fin de semana o paseo, por el contrario soy muy
renuente a organizarlas o aceptar esas invitaciones porque
creo, y puede ser un error de mi parte y lo admito, pero creo que la
mayor parte de las veces pierdo el tiempo. Entonces me da una especie
como de angustia existencial y prefiero quedarme en la casa
leyendo. Y cuando  estoy el sábado o el domingo y llevo varias
horas en la casa leyendo, en la biblioteca, es muy interesante que al
final  voy sintiendo como una tranquilidad, una especie de paz que
no siento cuando estoy en un viaje o en un paseo, no la siento.
Cuando estoy en los viajes, más bien con frecuencia me pongo triste,
es una cosa un  poco rara, y cuando estoy en el exterior contra todos
los  pronósticos, porque en el exterior es donde uno contrasta otras
culturas, ve civilizaciones distintas, ve gente diferente, modas
diferentes, ciudades diferentes, etc., pero a los pocos días de estar
en el exterior  siempre me vuelvo nostálgico y por eso, lo tengo
que confesar, nunca he querido aceptar ser embajador en ningún país,
a pesar de que me han ofrecido tantas embajadas, que no quiero
decirlo por vanidad. A un presidente que me insistió mucho le dije una frase: “Espero que piense esta  frase que le voy a decir y usted va a decir que es una frase muy  extraña. Yo nunca he querido ser embajador en otro país porque allá
pensaré que el cielo no es igual de azul”.
               ODG: A propósito de los libros, rememoro su frase “leer para que
no piensen por nosotros”. ¿Por qué no me desmenuza un poco este
criterio?
               JVJ: Yo digo que la lectura obliga a un acto de reflexión
permanente. En el caso de la radio y de la televisión normalmente por
la velocidad del mensaje, en el caso de la televisión porque todo
está hecho, el diálogo, el movimiento, el color, todo… la mente de
las personas, el cerebro va siguiendo lo que los otros han hecho sin
que tenga mucha capacidad para pensar por mí mismo, por cuenta 
propia. En cambio en el libro el autor auncuando trate de ser muy
descriptivo con lo que dice, realmente casi que obliga al lector a
imaginarse si la mujer era muy linda, cómo eran los ojos, su cabello,
su manera de andar o su cuerpo, si el paisaje era lindo, si la ciudad
era muy gris… En fin, todo eso obliga a que uno como lector aporte mucho y empiece a  pensar qué es lo que le está diciendo el escritor. Y el libro tiene la inmensa virtud de que como uno para donde quiera, se lee una frase y ahí se detiene y dice qué fue lo que dijo este, eso no me parece que sea
cierto, o sí me parece, o muy interesante, o eso no es verdad… En
cambio con los otros medios, básicamente televisión y radio, como
siguen, ellos no paran con uno, realmente uno no puede hacer esa
clase de ejercicio. Entonces por eso me parece a mi tan importante la
lectura y por eso digo que el libro tiene la virtud de que no
todo está pensado ya por otros sino que uno aporta mucho en su
reflexión y en su lectura lo que lo enriquece y le permite aprender
sinceramente mucho más.
               ODG: A usted que se mostró defensor de la lectura de la lentitud en
contra de la lectura light, no lo imagino ni de veniales, recibiendo
un cursillo de lectura para leerse la Biblia en tres segundos, para
exagerar.
               JVJ: La verdad, ese me parece el error más tremendo que
pueda existir. Eso no se debe hacer, esa la manera más
equivocada que puede haber. Digo que uno debe leer mientras más
despacio mejor, no importa que no lea tantos libros, no importa, uno mientras más
despacio lea mucho mejor porque entonces hará durante esa
travesía un examen cada vez más riguroso de lo que está leyendo.
Entonces, en esa disección que va haciendo de la lectura, primero,
entiende mucho mejor lo que está leyendo, y segundo, tendrá capacidad
para almacenar en su memoria por más tiempo lo que ha leído porque la
memoria va asimilando las cosas pero, naturalmente, muchas de ellas
finalmente se olvidan. Entonces uno solo logra mantener en la memoria
aquellas cosas que va asimilando de una manera muy lenta, que las
repite, que profundiza en ellas, si uno pasa a gran velocidad en esta
lectura transversal y de no sé qué manera y que ve la palabra de aquí
y la del centro y la del final y que sabe que hay una idea que tiene
más o menos que ver con el color amarillo o con la sangre o con
cualquier cosa. Realmente, son pequeños saltos de canguro que se dan
sobre las cosas y después nada queda.

               ODG: ¿Hacia dónde vamos en un mundo en que un acontecimiento es
rebasado en el mismo día por otros?
               JVJ: Yo creo que ese es un punto de reflexión muy importante en
este momento. Creo que mucha información en general siempre ha
sido buena, es decir, mientras hay más información se supone que hay
más conocimiento y al haber más conocimiento se supone que las
decisiones que se toman serán más acertadas o más apropiadas. Lo que
pasa es que con la explosión misma de la información, con las
autopistas de la información, con el uso del internet vamos a tener
que encontrar maneras de control, de dosificación porque si no
podemos desembocar en una especie de caos total universal, pues
estamos un poco como dirigiéndonos hacia allá y naturalmente eso
sería gravísimo para el funcionamiento de la vida en sociedad. Lo creo aunque la mayoría de la sociedad no tiene conciencia de esto, porque no lo está viviendo esa mayoría de la sociedad, lo están empezando a vivir unas muy pocas minorías pero es evidente que tenemos que abrir nuestras mentes, elevar las antenas y empezar a preguntarnos qué es lo que está sucediendo con esos avances
tecnológicos y cómo podemos realmente encauzarlos para el bien y no
para la dispersión en la pérdida de control y, repito, prácticamente
el caos de la sociedad y del mundo entero.

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