El recuerdo de Ricardo Ayala de su padre Javier Ayala

Por Ricardo Ayala.

Hoy era un día especial para ti Pa. Seguro para muchos “Pa” lo era pero a mi lo hacías especial tu.Emocionado haciendo compras de última hora cómo todos los 24 (claramente una de las tantas cosas que heredé), llegabas a tu casa con regalos, alguna comida encargada, jamones para armar una tabla de quesos, cervezas y un buen whisky.Era uno de esos pocos días en los que estabas “solo”. Carmen ya en Santa Marta esperándote ese 27 de diciembre que siempre viajabas para poder estar una de las dos fechas con nosotros, y Gloria, seguramente agotada, ya estaba en Boyacá visitando a su familia. Por eso también era especial. Tenías una sonrisa todo el tiempo, era tu momento de preparar y atender tu evento, de caminar rápido de un lado al otro para sacar un improvisado salmón “mientras la comida”, de pedir una ayuda “hermano ayudame con una cosita” para que fuera cualquiera de los hijos, de ofrecer “fugo” (jugo en el idioma vallecaucano) y de no poner los regalos en el árbol sino el bolsas escondidas en el cuarto (porque llevar la contraria también era una cualidad tuya).No faltaban historias vallunas del valluno más cachaco que existió. El no tener empanadas simplemente porque no son “trasparentes” de la grasa como en Buga, un desenguayabe el 25 sin tamal porque en Bogotá no conseguías ninguno del nivel esperado y la infaltable anécdota que Javi tendría el brazo agotado de batir manjar blanco que alguna tía lo hubiera puesto a hacer (porque según dicen, la costumbre es que solo una persona lo puede batir o si no, se daña). Luego, mientras íbamos de un lado al otro por el apartamento, entre una cerveza y el giro al primer amarillo, te sentabas en el estudio a sorprendernos con algo de música. La sorpresa era cuál bolero, cuál vallenato o cuál tango ibas a poner, cuál Leo Dan, cuál Alejo Durán o algún nuevo cd con algo especial por contar.Por ejemplo, recuerdo ese cd acústico de Miguel Morales, el papá de Kaleth, vallenato sin acordeón ni guacharaca, del que decías es el original. También la historia de la canción “Alicia Adorada”, que habiéndola oído durante muchos años de vida, nunca había entendido que Alejo Durán la compone al perder a su esposa Alicia quien fallece mientras el estaba en una parranda en Valencia: “Ay pobre mi Alicia, Alicia adorada! Yo te recuerdo en todas mis parrandas”. No había otra forma de enterarme de eso sino por ti.En la comida Juan o Javi (muy pocas veces supimos a cuál llamabas porque a Juan le decías que llamara a Juan) iniciaban el desfile de platos y cubiertos de un lado al otro, Adri ayudaba llevando a la mesa, Ángela era la primera en pasar a servirse y tu el último por supuesto. Después una entrega de regalos en donde ya por fin dejabas de caminar y preocuparte de cada detalle para que todos estuvieran muy bien. Te confieso de nuevo, como cuando lo hice en su momento, con risas, que conservo algunos regalos que me diste solo por el hecho que son tuyos pero que eran muy “descachados”. Regalos con mucho amor claramente pero te la montábamos porque la lógica no te ayudaba aveces para el de cada uno. Como esa camisa carísima de tejidos de Cartago con una bufanda de Zara. Eso sí, para tus nietos, siempre fueron especiales y precisos.Hoy me das el mejor y más perfecto regalo: Recibir tus señales, verte en todas partes y acordarme de ti por todo. Este año de alguna forma estaremos juntos. Celebraremos entre otras la estrella de tu Súper Depor al cual seguro le ayudaste con una palanca allá arriba. También brindaremos por los que quedamos acá, porque estamos bien, porque no te fuiste sino te multiplicaste en nosotros y porque la forma más linda de recordarte es riéndonos de ti. Feliz navidad Pa!

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