¿Porque a nosotros?

Por: John Harold Suárez Vargas,
Senador de la República.

El 5 de agosto de 2020, el país se estremeció con la noticia de la masacre de ocho jóvenes, en Samaniego Nariño; igual suerte corrieron, cinco jóvenes en el barrio Llano Verde en Cali, el 11 de agosto y en la madrugada del pasado domingo, en  el sector rural de Buga Valle, cinco estudiantes fueron cobardemente asesinados. Estos dolorosos y repudiables hechos son una muestra de los crímenes que han ocurrido en nuestro país a lo largo de su historia, donde la crueldad de los violentos, no conoce límites y la vida parece no tener valor.

No existen victimas de primera o segunda clase; detrás de cada muerte, se genera un drama social en viudas, huérfanos, familiares y amigos; alimentando sentimientos negativos como la venganza, convirtiéndose así, en una peligrosa espiral de muerte.

La violencia, ha dejado de ser un fenómeno, para convertirse en un factor distintivo de nuestra sociedad.

Muchos estudios se han realizado por parte de psicólogos, humanistas, antropólogos, entre otros, para establecer, si los colombianos somos violentos por naturaleza, pero, la mayoría de resultados de estas investigaciones concluyen,que esta afirmación no es correcta; lo que si ha sucedido, es que a través de los años, hemos sido víctimas de actores violentos, donde los cambios se dan en las motivaciones y justificaciones que van, desde lo político a lo económico.

Dos momentos históricos, han marcado la violencia de nuestro país: el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, el 9 de abril de 1948, donde se desencadena una confrontación partidista, dejando miles de muertos, generando dolorosas imágenes como la de campesinos, quienes con sus recuas de mulas, no transportaban productos del campo sino, que evacuaban de sus veredas, cuerpos con signos de tortura, como el macabro “corte franela o de corbata”.

Muchos de nuestros abuelos con sus familias fueros desplazados y desarraigados de sus tierras, por el único “pecado” de ser afines a un determinado color político, la historia se repite en nuestros días por otras causas, como la presencia de las GAO, disidencias de las FARC, del ELN, el narcotráfico y sus brazos transnacionales de México y Venezuela.

Posteriormente en la década de los 80, la irrupción del narcotráfico y su tenebrosa simbiosis con la guerrilla y el paramilitarismo, permearon todas las clases urbanas, involucrando a los campesinos, transformando su estilo de vida, sus valores, al ser obligados a la siembra de cultivos ilícitos y al asentamiento de laboratorios en sus tierras.

Hoy nuestra sociedad, está siendo agredida a todo nivel, no solo por grupos narco terroristas, sino, por una criminalidad urbana, dedicada a la extorsión, hurto y al micro tráfico entre otros delitos, alimentada por factores como el crecimiento poblacional desproporcionado en las grandes ciudades, el desempleo, la cultura del dinero fácil, la corrupción y la alta rentabilidad de las actividades delictivas, estimuladas por la impunidad.

El Estado, tiene la obligación de continuar, fortaleciendo programas sociales, promoviendo la inversión y desarrollando estímulos temporales que permitan generar nuevos puestos de trabajo, implementando en los territorios con indicadores más altos de pobreza y desigualdad social,una especie de “Ley Páez”.

Para avanzar como sociedad tenemos que volver a recuperar valores como: el respeto a la diferencia, al contradictor político, a la tolerancia, a la construcción de consensos y de caminos de entendimiento en pro del bien común; valores que nos deja como legado, el ministro Carlos Holmes Trujillo Q.E.P.D.

Mi llamado hoy, es a la academia, al Ministerio de Salud, Educación, al INS, DANE, ICBF y al ICFES, a conformar una mesa técnica, para elaborar unos test que sean incluidos durante la presentación de las diferentes pruebas Saber realizadas por el Estado, que permitan conocer la salud mental y la escala de valores de nuestros niños, jóvenes, técnicos y profesionales; trazando así políticas públicas necesarias para construir una mejor sociedad incluyente y tolerante, eliminado la violencia como factor principal del deterioro del tejido social.

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