Por Hermogenes Ardila
Nos conocimos en 1984 en el Noticiero Todelar. Yo llegué a cubrir económicas y él manejaba la información política con Hugo Sierra. De ahí nació una gran amistadad que se eternizó y se hicieron frecuentes las llamadas, las reuniones sabatinas, la compañía en el Congreso en los prolongados debates tributarios y la organización de partidos de fútbol, que nunca se perdía, y allí celebrábamos por igual los triunfos y las derrotas y #CarlosBuitrago era el encargado de armar las “vacas”, pagar las canastas de cerveza y las picadas, y de pagarle al árbitro y contatrar el bus para las giras interdepartamentales y municipales.
Era defensa y cuando faltaba el arquero se ofrecía para tapar. Lo hacía bien y confieso que le metí un par de autogoles, agobiado por la falencia de los laterales y la ineficacia de los delanteros.
En Armenia hicimos un gran partido, y sin embargo, perdimos; en La Dorada, cuando adelantaron la hora por el apagón, nos deshidratamos y el equipo del Senador Víctor Renán Barco nos ganó 6-0.
Carlos Buitrago había reclutado jugadores de todas partes ante la ausencia de los titulares, y muchos resultaron troncos. La derrota fue vergonzosa y la “vaca” más abultada.
A estas alturas ya estaba retirado del oficio, pero no del fútbol. Jugaba en un equipo de rodillones que había conformado en el barrio Cedritos y no faltaban las invitaciones de fin de semana. Nunca me uní, porque desde hace 5 años regalé los guayos y le huyó al dolor de los tobillos.
De Todelar saltó brevemente a RCN Radio y luego a Caracol. Bien informado en asuntos políticos, con una nutrida agenda de contactos y un olfato periodístico desarrollado, Buitrago deja un gran legado en su oficio de reportero.
Lo extrañaremos el cúmulo de amigos. Los colegas y los troncos con quienes suplía las ausencias de los indisciplinados en el equipo de redactores económicos.
Voy de camino y espero llegar pronto para unirme al dolor de su esposa Aurora y de sus hijos Carlos y Adriana, y de sus nietos.
La muerte ha sorprendido a un entrañable. La muerte es así: dura y triste. Y ni siquiera deja espacio para inspirar un titular periodístico; enmudece.

Leave a Reply